lunes, 5 de julio de 2010

HUIDA

Mª Rocío Martínez Moreno, de Majadahonda, Madrid

Le gustaba cantar bajito y pisar los charcos; a veces se iba al parque a leer, sola. Era alta, muy alta: se lo decían sus amigas, sus padres, todos. La inscribieron en un concurso de belleza. Y la llevaron, al fin, a un estudio grande, lleno de decorados, cámaras y gente con prisas. La colocaron frente a un fotógrafo, peinada, maquillada. Sonríe un poco, le dijo. Pero a ella no le apetecía sonreír. Bueno, refunfuñó él, pues no te muevas y mira el puntito rojo. Entonces ella se asustó del flash, y de los focos, y de la gente que iba y que venía, y salió corriendo, buscando la calle, mientras se zafaba de la camisa y quedaba semidesnuda. En la carrera se le rompió una tira de la sandalia, y una vez fuera la lluvia de la tarde le deshizo la laca en el pelo y el rímel en los párpados. Sonrió, con un pie descalzo en el asfalto, y se puso a buscar forma a las nubes.

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