jueves, 26 de julio de 2012

EL SILENCIO

Uno lava los platos. Escucha de pie el concierto de los cubiertos en staccato. El agua corre. Los vasos se enjuagan y se ponen a secar. Todo muy limpio, y de repente uno termina. La ciudad calla. La cena y el día se han acabado. Afuera, un oscuro magma inmóvil presiona las ventanas. “Hay que descansar” -uno se dice- “fue un día pesado”. Hay que esperar que todo vuelva a la normalidad. Para escapar al marasmo del aliento, de lo que se atribuye al tedio. Pero no es el azar, y eso se sabe. Tampoco el garigoleo del corazón que se entusiasma solo, en una fe beata que ni siquiera el eco acompaña. El diminuto pistón no se da por vencido: quiere ocultarlo. Pero entre dos latidos, se adivina: un vacío sin nombre emerge del trasfondo. A punto de mostrarse, uno se duerme.



Javier Toscano Guerrero
MÉXICO

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