Arrastrar sobre la nieve una maleta llena de desierto
y esconderse en las pupilas las sombras, las dudas, los
miedos;
saber que en el bolsillo no hay billete de regreso;
que ardieron todas tus naves cuando pisaste este puerto.
Con la lengua empapada de sal, balbucear un idioma incierto
para recibir miradas perfiladas de recelo.
En soledad, masticar despacio y remendarse los recuerdos
de esa mujer hilando y de los niños sonriendo;
los vestidos de domingo, los ladridos de los perros;
la verja pintada de blanco y la casa con techos de cielo.
Tan cercanos en el alma, tan lejanos en el tiempo.
Ateridas las manos, trabajar con precisión de corazón de
temporero.
Entre aires de alambre y escarcha, el sol apenas despierto,
para enviar las migajas y remesas a primeros,
con postales manuscritas, con torpes palabras de aliento.
“Todo eso, amigo, es migrar”. Sonríe.
“Espero que algún día puedas comprenderlo”.
Covadonga Juez Braña
BURGOS
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