lunes, 11 de febrero de 2013

INSTANTÁNEA

Amapolita tropezó en el patio del colegio y quedó tendida.
Estaba paralizada. Panza arriba, su cuerpo miraba el cielo pasar.
El sol de media mañana se detuvo en su frente, hasta quemar
cada una de sus pecas. Qué hermoso cielo, pensó. En sus ojos
se había posado una postal. Las nubes danzaban encima de ella.
Todo era perfecto. Cerró los ojos y respiró el peso de la belleza.
Trató de dilatar el tiempo, y en su esfuerzo, hizo varias muecas,
apretó las manos y los dientes. Su profesora le había hablado
de poesía. ¿Qué era la Poesía? ¿Dónde se encontraba la poesía?
¿Cómo se respiraba la Poesía? Poesía eres tú, había leído.
¡Eso era! La Poesía residía en la vida. Tendida, echando raíces
en el patio del colegio, Amapolita miró al cielo, y entendió.
“Poesía eres tú, y tú, y yo”, dijo.
En su cabeza las nubes danzaban eternas. Un vals.

Elena Montes Viza

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