Miro a mi hermana y es mi madre. Me asombra, yo no me fijaba
en mi madre. Nos unía una atenta distancia afectiva.
Sin embargo la veo, la siento. Construyó un mundo exclusivo
familiar al cual pertenecía mi hermana desde pequeña.
Una verdadera reserva de creación artística y de afectividad
compartida.
Mi padre y yo, felices espectadores, entrábamos y salíamos
libremente de la reserva, compartíamos el deleite de la obra
pero no queríamos ser parte. Los gestos y el carácter de mi padre
viven en mi memoria, no los busco, me sorprenden,
casi son actuales. Tampoco busco acortar la distancia
con mi madre, sin embargo ahora puedo recorrerla en detalle.
¿Pueden los afectos conducir los recuerdos y acomodarlos
en la memoria de la familia? O, ¿es la necesidad humana
de tener memoria de familia lo que evoca los recuerdos afectivos?
Silvia Levín
Doctora en Ciencias Sociales (FLACSO Argentina)
Profesora e investigadora de la Universidad Nacional de Rosario
Ricchieri 736, 2000 ROSARIO (Argentina)
e-mail: silvial@arnet.com.ar
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