miércoles, 14 de enero de 2015

ANTOLOGÍA 2014: GLOSA DE AMOR

GLOSA DE AMOR

Fui yo el que propuso realizar un viaje con la intención de salvar
nuestro convulso matrimonio: “¿Qué te parece visitar los lugares
que forjaron el devenir de la lengua castellana, que nos une a todos
más allá de nuestras diferencias? A fin de cuentas, tú siempre has
demostrado mucho palabrerío”, rematé con algo de sorna. También
ella demostró mucha guasa: “De acuerdo, pero empezamos por
Alcalá de Henares, cuna de Cervantes, mi querido Sancho. Lo digo
por tu panza”, atacó ella. Llegamos a Alcalá de Henares. Tratando de
ser gracioso le recordé que un día ella fue mi amada Dulcinea. “Pues
con lo que roncas por las noches tú me recuerdas más a Rocinante”,
me respondió en un alarde de ingenio cruel.
En Ávila, quizá bajo la inspiración de Santa Teresa de Jesús,
mi mujer tuvo un arrebato. “Hagamos el amor en el coche, como
cuando éramos novios”. En Salamanca, la incipiente pasión se vino
abajo. Las majestuosas universidades estimulaban el intelecto, pero
resultaban fatales para la libido.
Ya en el monasterio de Santo Domingo de Silos, embriagados
por la placidez del claustro y los reflejos de la luz ambarina
del atardecer, agarré su mano con la ternura de nuestro pasado amor
juvenil. Ella se dejó llevar y me regaló esa mirada suya que años atrás
prendió en mi corazón. Llegamos a San Millán de la Cogolla con las
brasas de nuestro amor. Y allí, emulando a aquel monje que escribió
las primeras letras en lengua castellana, mis labios glosaron un “te
quiero” como nota marginal que iluminaría el resto de nuestra vida.

Miguel Ángel Gayo Sánchez
SEVILLA
(VIII Antología pág. 53)


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