miércoles, 25 de febrero de 2015

ANTOLOGÍA 2014: INMIGRANTE

INMIGRANTE

Los niños no sentíamos carencia alguna…
Nunca pedíamos mucho y siempre compartíamos todo.
No entendíamos de guerras ni de migraciones. Tampoco nos
reconocíamos como hijos de anteriores inmigrantes. Solo recibíamos
con los brazos abiertos y los ojos asombrados, la novedad de los
recién llegados. Y supongo que ellos deben haber confortado sus
penas en nuestra curiosidad infantil y nuestras risas.

Recuerdo que reíamos mucho cuando los que habían cruzado el
mar, confundían el orden de las estaciones… insistían en agostos
calurosos y yo me preguntaba cómo, siendo gente adulta, podían
confundirse tanto.

Los niños sabíamos realmente poco de climas y absolutamente nada
de hemisferios… Recuerdo a doña María sentada en el murallón
de la costanera, envuelta en el mismo chal con que bajara del barco
que la había traído de España, con sus ojos claros humedeciéndose
en el horizonte del Río de la Plata y sus labios serenos describiendo
lejanas primaveras… de abril.

Los niños no conocíamos la palabra exilio. Jamás imaginamos las
añoranzas de los abuelos. Tampoco imaginamos que su valor, su
trabajo y su esperanza en el porvenir iban a ahogarse en célebres
desaciertos políticos y atropellos que un día nos traerían a nosotros,
sus nietos, a mojar los pies en su Mediterráneo, mirando a las aguas
de frente y preguntándole al mar si nos encuentra parecidos a
aquellos jóvenes cuya sangre traemos de regreso.

Dicen que soy la viva imagen del abuelo Manuel.
¿Realmente me le parezco?

Todos los cuentos de mi infancia navegaron tus aguas, en la voz
de mis abuelos. Hoy estoy frente a ti, con los pies en la arena,
coronados de tu espuma.
España está a mis espaldas. ¿Me abrirá sus brazos?

Guardo silencio y tu espuma vuelve a mis pies.
… Sabes que tengo miedo de darme la vuelta.

Mónica Difulvio
Nacida en BUENOS AIRES (Argentina) en 1958
(VIII Antología pág. 125)

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