“ESTRAÑA”
Una súplica sobre un cartón marchito. El vino como amigo
desconocido; los harapos, la roña, las luengas barbas,
sus únicas
corazas ante el cinismo de las miradas. Los dedos
afilados en
una palma grotesca, extendida con desesperación al
gentío; los
ojos vidriosos, los dientes podridos, que acercan la
realidad a sus
sentidos.
Cien billetes en traje de seda. La corbata anudada,
apretando
al que no es su mundillo. La victoria en sus ojos, el
rostro lampiño;
con manicura en las uñas, rebusca en su bolsillo.
Generoso
ciudadano es su propio enemigo que, sin importarle el
agravio,
se siente dueño de todos los destinos.
Muñecas ajadas, doloridas, retuercen fregonas sin
descanso.
Días, meses, décadas de trabajo por unos miserables
cuartos.
Ahogan las facturas, el sueldo no alcanza; gritos en la
sala, familia
destrozada. Pasea abstraída, menoscabada, por aceras
mendigas,
miedosa de acabar así sus días.
Busco comprensión y solo encuentro diluvios de mentiras.
Desesperación, rechazo; a qué se debe tal desequilibrio.
Un dorado
Saturno de puños capitales, un dios cruel aplastando
millones de
hormigas. El consuelo son las letras que traen el sol con
todo su
brillo. Corrupta propiedad, absurda pobreza.
Busco aliento y a veces logro amor, bondad y nobleza;
otras, llanto.
Lo primero me calma, aún hay esperanza en esta tierra que
piso;
tierra odiada, tierra amada, tierra "Estraña".
Roberto Migoya
Ramos
Licenciado en
Historia del Arte por la Universidad de León
PONFERRADA (León)
(VIII Antología pág. 163)
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