CON PERMISO DE DON MIGUEL
Cantar yo quiero a
mi tierra
unas coplas
soñadoras,
homenaje a don
Miguel
y al hidalgo de su
obra.
Quisiera yo dirigirme
con estos humildes
versos
a la estatua del
Quijote
que se alza en su
recuerdo.
Y en un acto de
locura
mis súplicas elevaré
al de la triste
figura
en este firme auto
de fe.
Estatua de don Quijote
que en la plaza de
España estás,
protegiendo a esta ciudad
con Sancho, como cohorte.
Si con mi pluma
pudiera
hacer un
encantamiento,
desde este mismo momento
nueva vida, yo te
diera.
Te daría rienda
suelta,
que aquí reina el
desconcierto
pues en deshacer
entuertos
nadie igualará tu gesta.
Andante y
caballero,
en mil batallas
curtido
no desoigas mi quejido
y recobra tu sendero.
Alonso, hidalgo
tierno
mientras estabas
dormido,
mil cosas han
ocurrido
y no siempre para
bueno.
La guerra no libra
al viejo
ni al niño ni a la
mujer,
y qué decirte de la
fe
de la honra o del
respeto.
Bellacos y malandrines
hoy campan por sus
respetos
haciendo de sus
derechos
desgracias de los
humildes.
Aquí reina la
avaricia,
la codicia y la
maldad,
trae bálsamo de Fierabrás
y sana tanta
injusticia.
Pues parece que del
mundo
la suerte hubieran
cambiado,
tercos magos
furibundos
que andan causando
estragos.
En fin Alonso
Quijano,
perdona la
intromisión
fruto de la desazón
de este vivir
inhumano.
Y aquella noche se
vio
la triste figura
saltar
al suelo, desde el
pedestal
y por Madrid se
perdió.
Y tras el tiempo…
Cuentan que desde
entonces
extrañas cosas
suceden,
y que antes de amanecer
la estatua a su
sitio vuelve.
Ya no parece de
bronce,
y si la miras con
calma
verás por su rostro
noble
caer una triste lágrima.
Antonio
Sánchez-Toledo Muñoz
CIUDAD REAL
(IX Antología)
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