PERVIVENCIA
La mujer levantó la cabeza y descargó el hatillo. Ante
ella se erguía la formidable fortificación que protegía a la Legio VII Gemina
Felix Pia; aunque aquello, más que un campamento romano, era ya una auténtica
ciudad. Algunos hombres de la familia estaban huidos o muertos por lo que
tocaba a las mujeres criar a sus hijos y sobrevivir trabajando el pequeño
huerto familiar.
La mujer levantó la cabeza y posó los cestos. Por encima
de la muralla se levantaban desafiantes los andamios de la nueva catedral.
Aunque León ya no era la capital del reino, Alfonso X apoyaba fervientemente la
grandiosa empresa. Los hombres de la familia se habían ido a quién sabe qué
guerra o a la obra catedralicia; las mujeres sacaban adelante a sus hijos con
los productos del pequeño huerto familiar, vendidos para alimentar al aluvión
de obreros.
La mujer levantó la cabeza y se apoyó en la fuerte
muralla vigilada por gabachos de calzón blanco. Los casi cinco años de invasión
francesa habían traído más desgracias que otra cosa, incluida la muerte de casi
todos los hombres de la familia. Al menos los dominadores habían permitido a
las mujeres seguir trabajando el pequeño huerto familiar con el que a duras
penas iban alimentando a sus hijos.
La mujer levantó la cabeza y esperó en el semáforo. Al
otro lado de la calle se alzaba la elegante catedral flanqueada por la muralla
milenaria y los nuevos jardines de la zona peatonal. Su día era un continuo
correr de un sitio para otro, buscándose la vida, arañando tiempo al tiempo a
fin de completar los ingresos de la casa y poder ofrecer mejores oportunidades
a sus hijos. Por suerte el pequeño huerto familiar aportaba una ayuda a la
despensa y un lugar donde sentirse en paz.
Rosa García Cachán
(IX Antología)
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