FATAL EXPERIMENTO
Desde luego, no fueron el uso de razón ni el sentido
común los componentes intelectuales que dirigieron la nefasta idea de un Estado
de autonomías.
Una numerosa familia instalada en su gran mansión. La
vivienda se dividió en apartamentos individuales para suavizar trifulcas y, de
paso, que cada miembro disfrutara de una cómoda intimidad y ejerciera el
derecho a su albedrío.
Un reglamento de convivencia no logró erradicar las
rencillas entre padres, hermanos, cuñadas, primos, suegras, parejas de hecho,
viudas, familias monoparentales, perros y gatos que, aunque aislados cada uno
en su cubículo, los eventuales encuentros en la escalera solían desencadenar
broncas más intensas que las de antes; pues la vocación de ir cada cual a lo
suyo se incrementó por las respectivas soledades y la frustración de que
aquello no era lo esperado. Cualquier indicio de la solidaridad anterior
desapareció por ensalmo, con grave deterioro para los vínculos afectivos.
Gran desastre económico fue la obra de remodelación.
Tabiques y puertas de diseño, aseos individuales (donde cada uno depositase sus
intimidades sin tener que compartir ruidos ni efluvios con los parientes más o
menos cercanos). Nuevas instalaciones y contadores de fontanería, electricidad
y conductos de gas por tantas habitaciones. Profusión de muebles, enseres y
electrodomésticos a gusto de cada cual. Despilfarro sistemático para ruina
paulatina e irreversible del edificio... por falta de fondos para
mantenimiento.
El símil inmobiliario se completa con la doble realidad
de la ineficacia operativa de una burocracia excesiva, inútil y enfermiza; y el
escandaloso número de políticos en poltronas que consumen un gasto público
infamante.
¿Alguna esperanza a la vista?
Carlos Castañosa
Calvo
Nacido en Zaragoza
en 1942
Comandante de
Iberia jubilado
Profesor de la
Escuela Canaria de Creación Literaria
(IX Antología)
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