NUEVOS COMPAÑEROS
Trabajaba en una empresa de reformas
a la que llegaron dos chicos sudamericanos, concretamente uruguayos. Sus nombres:
Maxi y Walter. Se incorporaban a la empresa para trabajar como albañiles en la
reforma de viviendas, principalmente en baños y cocinas.
Nuestro jefe también había emigrado
en su momento a Argentina, había hecho dinero y le habían tratado bien en un
país que no era el suyo. Ahora creía que era el momento de devolver el favor,
aunque yo pienso que estuvo muy bien su detalle de contratarlos. Arreglar sus
papeles y ponerlos como «trabajadores legales» fue una misión colosal, casi un
imposible, ya que la Administración no ayudó mucho en estos menesteres, más
bien puso todo tipo de trabas, pero al final se consiguió y pasaron a formar
parte de la plantilla.
La aceptación por el resto de
compañeros de la empresa fue buena, pero en algunos trabajos se encontraron con
personas que los trataron como si fueran menos, por el hecho de ser inmigrantes
(ni que los españoles y menos aún los gallegos, nunca hubiésemos emigrado). En
más de una ocasión, se tuvo que presentar el jefe en casa de algunas de estas «personas»
(generalmente vecinos de los clientes) para pararles los pies, ya que los
chicos no hacían nada por miedo a perjudicar a su jefe o a su empresa. El jefe
les decía: «Si tienen algún problema acudan a la empresa, bien personalmente,
bien por teléfono, no la tomen con los obreros, ellos están aquí para trabajar».
Tanto Maxi como Walter se mostraban respetuosos y no sabían por qué eran
tratados así, estaban confundidos, igual que nos sentiríamos nosotros si
estuviéramos en las mismas circunstancias. Aun encima de no estar en su país,
en su vida diaria y con su gente, quieren quitarles su confianza y autoestima,
tratando de menospreciarlos.
Rosa Mª Reboredo
Gómez
Graduada en Artes
Aplicadas
Decoradora
PANXÓN (Pontevedra)
(VIII Antología)
No hay comentarios:
Publicar un comentario