SUMANDO
Fuimos
el cociente de la conquista sangrienta, el llanto de los últimos charrúas
caídos en la Francia extranjera. Allí fueron llevados, junto a algunos ñandúes,
para mostrar la rareza de una raza que se extinguía a causa de un gobierno
nacional, sangriento.
Quedamos
conscientes de nuestra orfandad, inocentes e ignorantes de nuestros orígenes,
aprendiendo y mezclando culturas. Olvidados del origen rojo, hicimos patria con
la herencia que nos dejaron los colonizadores y la nueva sangre que portábamos;
de cociente pasamos a sumando y nos entreveramos juguetones en sus tradiciones,
haciéndolas nuestras. Así recibimos décadas más tarde, a los que, llenos de
amor e ilusiones, buscando un camino nuevo, se atrevieron a llegar a estas
tierras, formar sus familias y hacerse la América. Y vaya que lo lograron.
Desde la siesta al cocido, desde la labranza al comercio, sus huellas
traspasaron los límites personales. Nada quedó ajeno al vivir nuestro. Hace
pocos años, fuimos nosotros, los americanos del sur, quienes a fines de siglo y
con otra cultura, nos embarcamos en el cruce del océano para hacernos la España.
Así pudimos rescatar nuestros sueños.
Hoy, el
destino nos abraza de nuevo con esos lazos caprichosos que unen a la madre con
sus hijos o a los hermanos entre sí, ¡vaya a saber!, y abrimos las
manos extendidas en caricias, a los que, de nuevo, llegan a este destino en
procura nuevamente de hacer la América o hacer España, que en definitiva viene
a ser lo mismo.
Seudónimo: Mía Palacio
(VIII Antología)
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