AHÍ VIENE EL TANGARAÑO…
Pinto horizontes para evitar que se difumine en mi mente
el paisaje de mi tierra. El pasado que se conecta y tiene continuidad en el presente,
nunca muere. Pero cuando el temporal azota las costas de la memoria ahoga los
sueños, por eso hay que calmar las pulsiones para que la mente se relaje.
Hoy, el amor a la
patria viaja entre el euro y la bandera, y la disyuntiva pasa por quedarse a
oír su aflicción o emigrar. Albert Camús escribió: «Los hombres se mueren y no
son felices», mientras Pepe Hierro bañaba su alegría en el mar que oteaba desde
su prisión. «Y a nosotros Señor, ¿qué nos dejas?» preguntó el anciano indio
mexicano a Jesucristo en la ascensión, mientras que el dios de la santería
cubana Babalú Ayé esperaba paciente su oportunidad. Sucede que el primer
impulso es siempre generoso, hay que desconfiar de él, por eso cuando se navega
en un mar de dudas se agradece un capitán intrépido.
Quizá las pocas
hebras con que se teje el pensamiento requieran armonizar ideas y proyectos
escuchando con atención a «la loca de la casa». Y quizá «facer Españas» sea
defender su lengua; conservar intactas las leyendas, tradiciones e historia;
cuidar la tierra y proteger su unidad; mantener el marcado acento
hospitalario; y apoyar sin reservas a
quien quiera vencer al tiempo despertando a los que duermen en las oquedades de
la incredulidad.
Es momento de que
las «llamadoras», bailando la kaxarranka, avisen a los pescadores de palabras
huecas, de cortas luces y largas manos, para que dejen su deriva y persigan sus
huellas por el mar de las pequeñas cosas que dan sentido a la vida.
«Ahí viene el tangaraño… enfermo te lo entrego
devuélvemelo sano».
Juan Carlos Somoza
García
BILBAO
(X Antología)
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