ESCUELA DE TRADUCTORES
«Quemad viejos leños, bebed viejos vinos, leed viejos
libros, tened viejos amigos».
(Alfonso X el
Sabio)
Bajo palio de polvo
y humedad, el olvido,
como la niebla y la
muerte, disuelve
los contornos de
los seres y las cosas
y todo lo arrastra
a un limbo gris
donde cualquier
atisbo de belleza
o la deformidad más
absoluta
adquieren por igual
consistencia de plomo
y tacto de ceniza.
Acaso la íntima
razón
del sufrimiento sea
la dicha de un instante
y la consciencia de
saberlo irrepetible.
Sin embargo, en
dura batalla con el tiempo,
hay un oro antiguo
que transmigra
y renace en las
palabras.
Me impregnan
piedras y
crepúsculos tocados por la edad.
Amo la ciudad de
Toledo.
Soy depositaria
del esplendor de su
lengua
y de todo cuanto su
historia significa.
En esas callejas
patinadas por los siglos,
escucho un poema
que alguien
recita desde
tiempos inmemoriales.
Es como entrar en
la cámara sellada y fundir
goma laca y
trementina. Indagar en el desorden
que compilan años y
avatares. Lijar herrumbre
y verdín de
manuscritos. Demorarme en la piel
que custodia el
códice y liberar sus broches de bronce.
Me legaron una
larga luz, yo la rescato.
Quien tradujo los
textos
griegos, romanos,
árabes o hebreos
a la humilde lengua
que se hablaba en Castilla
puso en mí las
prodigiosas semillas
del idioma en el
que escribo mi poesía.
M.ª José Toquero
del Olmo
VALENCIA
(X Antología)
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