UNIDOS
Ella le cuenta que no hay príncipes ni zapatos de
cristal, solo una vida de superación. Le asegura que llenar la mochila de
ideales en la juventud y conservarla con entusiasmo propicia la serena madurez,
y que crear, conocer y representar es patrimonio de la literatura y el
lenguaje. Le habla del humor y discreción del mundo cervantino, de aquel
ventrílocuo de palabra escrita para un caballero andante y su escudero. Le
nombra a Antonio, Federico, Juan Ramón, Miguel Hernández… Rosalía, Juana Inés…
Él contesta que de la infancia surge la vida, la columna
vertebral en que se sustenta; que a todos los descendientes les une un padre
conquistador y una madre indígena; que el idioma impuesto une, enlaza, y no se
puede negar el hecho; y que el erudito Borges, el pensador Benedetti, la poetisa
boliviana Adela, el canto a lo sencillo del poeta Neruda, el caballero Vargas
Llosa, los cien años de Gabo, el gigante Rubén Darío, el Páramo de Juan
Rulfo, son cuna de calidez y pasiones, una pura inspiración.
Ella escucha la voz de soñadores y poetas, y él las
sirenas del alma, todo está concatenado, las personas, las hormigas, las
estrellas… eslabones de una cadena en el universo.
Se unen.
Ella y él son conciencias informadas listas para ganar el
futuro. Kant escribió: «Ser dignos de ser felices», y tanto él como ella saben
que la palabra escrita es fiel compañera, y que nunca se podrá corregir una
página en blanco.
Juan Carlos Somoza García
Seudónimo: Pseudoagibílibus
BILBAO
(XI Antología)
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