lunes, 25 de febrero de 2019

ANTOLOGÍA 2018: EL VALOR DE LA TIERRA





EL VALOR DE LA TIERRA

Carlos V, quien había reinado en un gran imperio del Viejo y Nuevo Mundo, llegó al monasterio de Yuste, después de abdicar de su cargo y dejar a un lado los compromisos y galas imperiales. Era una fría mañana del 3 de febrero de 1557. Al lado del convento, que había sido edificado en sus comienzos como albergue de ermitaños, y que ahora pertenecía a la comunidad de los monjes de la Orden de San Jerónimo, se levantó su residencia: apenas un pasillo central con dos estancias, una a cada lado. En una de ellas, su alcoba, guardaba el retrato de su esposa, pintado por Tiziano, la emperatriz Isabel de Portugal, fallecida años atrás.

Su estadía en Yuste equivalía a un retiro del mundo y sus vanidades. Con ayuda de los frailes jerónimos, iba de vez en cuando a la huerta del convento, donde podía apreciar el cuidadoso trabajo del cura jardinero. Era un hombre sencillo, que amaba su tarea, a la que dedicaba todo su tiempo. Pero en ese espacio reducido, cada metro y cada centímetro tenían para él la importancia de los territorios de un monarca en su reino. Allí podía observar la maravilla de la vida en movimiento, mientras sembraba una semilla y esperaba con paciencia a que asomara una nueva planta: así había visto nacer, crecer y dar frutos a los distintos arbustos, verduras y demás especies vegetales a las que trataba como si fueran sus hijos. El emperador, ya sin los compromisos de Estado, los viajes y guerras que había tenido que asumir y contemplar, tenía frente a sí la imagen de aquel jardinero, y sentía algo parecido a una envidia, pues mientras él había recorrido miles de kilómetros batallando y dejando los campos regados de muertos, aquel hombre, diligente y cordial, daba un gran valor a unos pocos palmos de tierra para traer vida y alimento a su comunidad.

Carlos José Reyes Posada
COLOMBIA, 1941
Historiador, dramaturgo, guionista de cine y televisión
(XII Antología)


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