jueves, 30 de enero de 2020

FACER ESPAÑAS. EL MESTIZAJE




FACER ESPAÑAS. EL MESTIZAJE

Y ¿por qué?
Si estaba todo dicho
todo discutido, todo arrumbado
en una turbia memoria histórica.
Y por fin, volvemos a pedir y a clamar
que queremos «facer las Españas».
Y ¿por qué?
Y yo digo porque sí. Porque lo noto, porque lo siento, porque lo quiero.
Está en mis genes.
Soy hispano, soy romano, soy vasco,
y todo esto me bulle
en la sangre mestiza que enciende mi corazón.

Porque soy todo esto y amo lo que he conocido,
de mi origen, de mi historia y sé
que nuestras Españas de 400 millones de personas
tienen mucho de amor y mucho de tragedia.

Sabemos que las Españas se hicieron a través de los siglos
combinando la cruz y la espada,
no siempre con acierto, pero sí con la vocación
de ser un día, como ayer y como hoy, un proyecto
de vida, en que la libertad fuese la canción inmortal
y la justicia lo inalcanzable
pero siempre ansiada meta.

Somos contradictorios y apasionados.
Sabemos de dominaciones y de reconquistas.
Nuestra cultura es europea, es cristiana
y la llevamos a América toda entera
y sin escatimar esfuerzo y sacrificio.
Nunca tan pocos lograron tanto.
Fundaron las primitivas ciudades,
las primeras catedrales, las primeras universidades.

El mestizaje fue tremendo y a veces cruel.
Pero se dejó allí el alma. Y la palabra.
Hablamos el mismo idioma.
Rezamos las mismas oraciones.
Tenemos las mismas expresiones.

Y no me asusta recordar que siempre
ha habido sacrificio y dolor.
Ni siquiera en el Paraíso triunfó siempre la paz y el amor.
Pero siempre habrá un Bartolomé, un Urdaneta,
un Junípero o un Cervantes,
y por qué no un Bergoglio,
que es el ejemplo renovado de Francisco de Asís,
que se rebeló contra su mundo mercantilizado y hedonista.
Y dar con la solución de vida, en medio de una de las
mayores crisis de la historia.
  
Hoy vivimos y morimos en crisis.
En España nos quieren barrenar Hispania
y volver a ser un «balcán» ibérico.
En México, Centroamérica, Venezuela, Colombia
y otros países andinos y transandinos,
las desigualdades sociales claman en las selvas,
en las montañas, en las llanuras.

Solo la lengua española nos une
y nos recuerda que conservarla y expandirla
es la única solución de hermanar a tantos pueblos y
naciones que forman la comunidad que quiere
y requiere urgentemente
«facer las Españas» de la libertad y la justicia.

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