A UN BARBERO TUNECINO
y diversos instrumentos de tortura.
en esta vieja silla giratoria,
encomiendo a tus manos mi garganta:
—Degradado, por favor.
en la franja de Gaza,
en Irak y Afganistán, en las fronteras
por las que Oriente y Occidente se desangran.
ha guiado mis pasos extraviados
hasta tu peluquería low cost
donde, frente al espejo,
jugamos al rehén y al miliciano.
(«Líbrame del castigo, Señor»)
y al terminar el afeitado
señalo mis entradas.
Tú respondes:
—No es calvicie;
es el tiempo abriendo surcos en tu pelo.
(XIV Antología)
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