lunes, 20 de diciembre de 2021

ANTOLOGÍA 2020: ANHELOS

 



ANHELOS
 
Sentada, mirando al horizonte, como si de allí pudiese surgir lo que ella deseaba en aquel instante, sus pensamientos discurrían igual que un ciclón arrasando todo lo que anhelaba. Por su mejilla caían unas dulces y suaves lágrimas que nublaban su vista, y no le permitían ver con claridad aquella luna que asomaba en un cielo azul, para alumbrar aquella noche tan especial.
 
Anhelaba sus caricias, sus besos, sus abrazos, su olor y su compañía, nada ni nadie podía suplir esas emociones, que en este momento le destruían el alma y le impedían respirar, eran más fuertes que ella.
 
Recordaba el último adiós, cuando con su mejor sonrisa lo abrazaba para que su llanto no delatara su inmenso dolor, pero a la vez intentando que su perfume y esencia quedasen impregnados en su pituitaria y el calor de ese amor le diese fuerzas para emprender rumbo al nuevo destino, que se hacía largo y arduo.
 
Las vicisitudes en su existencia habían propiciado esta angustiosa separación, haciendo que su día a día transcurriese a muchas millas de su tierra natal, con la pretensión de conseguir una vida mejor.
 
De repente un sonido la saca de sus más recónditas cavilaciones, su teléfono sonaba estridentemente, al otro lado estaba él, no podía oler su aroma ni tocar su cabello, pero su voz era tan especial que hacía que su corazón revolotease como una quinceañera y sintiese el calor que transmitía su abrasadora dulzura nada más pronunciar su nombre. Era su fuente de luz, su motivación para continuar y su inspiración en momentos difíciles.
 
Allí estaba gritando «Felicidades, mami». Ese día solía ir a buscarlo a la salida del colegio para disfrutar juntos de unos pastelitos con chocolate, su merienda favorita, luego ir a casa y hacer alguna actividad divertida.
 
«Hijo, pronto me reuniré contigo y disfrutaremos momento a momento».
 
 
M.ª del Pilar Seoane Yáñez
LUGO
Maestra y pedagoga jubilada
(XIV Antología)


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