HABETE
RATIONEM TEMPORIS
¡Tierras de ultramares descubiertas! ¡Tierras
coloniales!
Allá, en Indias, los conquistadores hallaron muy diferentes culturas,
idolatrías, politeísmo, conocimiento de las plantas medicinales,
idiomas que los oídos de los colonizadores no comprendían,
jeroglíficos que para los españoles eran indescifrables,
pájaros exóticos de vivos plumajes, loros ininteligibles
y excelentes ambrosías…
Un puzle a completar
cautelosamente
y con cordura.
Todas las piezas eran necesarias,
había que encajarlas sin premura
para lograr el lienzo de la Nueva España conquistada.
Una jerarquía se impuso en los saberes:
primero, sembrar la semilla evangelizadora
de la que pudiera germinar un hogar cristiano.
Segundo, aprender a leer, contar, escribir en castellano,
y, poco a poco, como hila la vieja el copo,
ampliar el saber, con enseñanzas más meritorias,
como nociones gramaticales, algunas leyes de la aritmética,
las Sagradas Escrituras para proveerlos de buena ética
y crear el germen de las futuras universidades.
Virreyes, artistas, maestros, misioneros,
guerreros
florecieron, cual almendros primaverales, todos a una,
«pan de flores» para cristianizar e hispanizar las Indias.
¿Quién no ensalza al educador príncipe de Esquilache?
¿Quién no a Amarilis, indiana que amó la pluma de Lope de Vega?
¿Quién no al rector laico, don Pedro Fernández de Valenzuela?
Por reales cédulas, surgieron con el tiempo dos universidades:
Lima y México, con idénticos privilegios que las españolas
de Alcalá de Henares y Salamanca. No las dejaron solas.
Se inició en la visión antropocéntrica de la vida
y se avanzó en los conocimientos de forma comedida.
Bajo el lema «Habete rationem temporis», la
cultura se extendió
a las
a
l
e
j
a
d
a
s
Indias.
Isabel García Viñao
Nació en Aratorés, un pueblo pequeño en el Pirineo (Huesca)
Estudió Magisterio, especialidad en Ciencias
(XV Antología)
Allá, en Indias, los conquistadores hallaron muy diferentes culturas,
idolatrías, politeísmo, conocimiento de las plantas medicinales,
idiomas que los oídos de los colonizadores no comprendían,
jeroglíficos que para los españoles eran indescifrables,
pájaros exóticos de vivos plumajes, loros ininteligibles
y excelentes ambrosías…
Un puzle a completar
cautelosamente
y con cordura.
Todas las piezas eran necesarias,
había que encajarlas sin premura
para lograr el lienzo de la Nueva España conquistada.
primero, sembrar la semilla evangelizadora
de la que pudiera germinar un hogar cristiano.
Segundo, aprender a leer, contar, escribir en castellano,
y, poco a poco, como hila la vieja el copo,
ampliar el saber, con enseñanzas más meritorias,
como nociones gramaticales, algunas leyes de la aritmética,
las Sagradas Escrituras para proveerlos de buena ética
y crear el germen de las futuras universidades.
florecieron, cual almendros primaverales, todos a una,
«pan de flores» para cristianizar e hispanizar las Indias.
¿Quién no ensalza al educador príncipe de Esquilache?
¿Quién no a Amarilis, indiana que amó la pluma de Lope de Vega?
¿Quién no al rector laico, don Pedro Fernández de Valenzuela?
Por reales cédulas, surgieron con el tiempo dos universidades:
Lima y México, con idénticos privilegios que las españolas
de Alcalá de Henares y Salamanca. No las dejaron solas.
Se inició en la visión antropocéntrica de la vida
y se avanzó en los conocimientos de forma comedida.
a las
a
l
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j
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s
Nació en Aratorés, un pueblo pequeño en el Pirineo (Huesca)
Estudió Magisterio, especialidad en Ciencias
(XV Antología)
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