LA CASA QUE VENCE LA SOMBRA
Es
de Salamanca la casa de luces más añeja, bajo la embriaguez del sol más
impetuoso de los veranos, con el frío más poderoso de los inviernos. Y el
Tormes allí, lúcido, perpetuo. La otra casa de esbelto lucimiento, la de Alcalá
de Henares, ciudad donde Cervantes tuvo su primer hálito, y con él nacía el don
Quijote de la Mancha, perfecta universalidad española. Estas dos vertientes, a
poco tiempo del descubrimiento de América, serían los modelos universitarios
que inspiraron a España para la fundación de las universidades indianas en el
Nuevo Mundo.
Desde
mi latinidad, puede entonces mi alma solazarse en Beatriz Galindo, la Latina;
en Luisa Medrano, primera catedrática de Europa de la Universidad de Salamanca,
ambas del siglo xvi. Puede también
mi mestizaje reconocerse en el alegato que tuvo Francisco de Vitoria, docente
que una vez establecido en la universidad hispanoamericana, defendió los
derechos de los indígenas del Nuevo Mundo. Trepidar identificada bajo el techo
del augusto paraninfo de la universidad de Henares, hijo del preciosismo
plateresco mudéjar, y asimilar así que desde tanta altura se remonta lo que
soy…
Y
en este sobrevenir de partos refulgentes entrelazados, surge en el siglo xviii la Universidad Central de mi país.
Con su alarido de libertad en el pecho abierto. Cabalgando los años en su
caballo de nácar, y luego por las nubes en el Pegaso de Zeus. Con su escudo
dorado de sapiencia y en los ojos, la hidalguía de los espíritus superiores.
Ahora en el siglo xxi, es todo lo
que fue en una luciérnaga, inapagable. Con la certeza de saber que de los
zarpazos que a veces da la historia, con sus surcos aberrantes que laceran,
surgirá una ola de llama abrazadora. Porque siempre ella será «la casa que vence la sombra».
Iraida Josefina Castro
González
Nacida en Caracas (Venezuela)
Posgrado en Comunicación
Social mención Televisión
Profesora en Artes Plásticas,
actriz, locutora y poeta
(XV Antología)
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