«… En los últimos años en la catedral de Sevilla, Isidoro le mostraba el
inmenso tesoro de la biblioteca episcopal y cómo esta se había convertido en la
parte más importante del cenobio. En las estanterías del scriptorium se albergaban tanto grandes obras literarias como los
códices más raros de cualquier libro conocido…» (pág. 106, Soraya
Martínez Martínez, «La obra inabarcable»).
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