martes, 29 de marzo de 2016

ANTOLOGÍA 2015: LA LUZ BLANCA



LA LUZ BLANCA

Todavía no sé por qué eligió la noche para darles la noticia. Con el cielo oscurecido, todo suena más grave, nada parece tener solución. El padre apagó la televisión y les dijo a sus hijos que tenía que contarles algo. Ya habían terminado de cenar: sobre la mesa, los restos del banquete, como las ruinas de un paisaje. Con una voz que solo había usado un par de veces en su vida, les anunció que se volvían. A Paraguay. Llevaban catorce años en España. «Catorce años y tres meses», rectificó la mujer. Aquí había nacido su segunda hija, de la que no sé si puedo dar el nombre, y aquí se había criado también el primero, que llegó con cuatro años. Llamaron a mi casa poco antes de acostarme: eran las doce menos diez. Se les notaba la urgencia en cómo habían tocado el timbre. Los niños lloraban y decían que no querían irse «por nada del mundo». Su país era este, sus amigos estaban aquí, los colores que reconocían estaban en estos cielos altos, en esta luz blanca. Nada hablaron esa noche de que no podían pagar la hipoteca o de que el padre llevaba casi tres años sin un trabajo. Al día siguiente, los vi poner carteles en los parques de la zona para vender algunas de sus pertenencias. Una lavadora, colchones y un juego de sartenes. Los niños, al cruzármelos por las escaleras, decían que querían quedarse, y volvían a llorar. «Todo saldrá bien». Se despidieron un miércoles ya de noche. Prometimos vernos, escribirnos y mantener el contacto. Aquel día ninguno lloramos. La puerta del piso de enfrente sigue cerrada, en silencio. Volvieron a su país como una nueva generación: la de esos jóvenes que son de aquí y de allá, que guardan lo mejor de cada orilla, que han visto, y han sufrido, el ancho mar que nos separa, pero sé que están felices, bajo aquellos cielos altos, bajo aquella luz también blanca.

Daniel Blanco
Periodista
SEVILLA
(IX Antología)

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