miércoles, 19 de julio de 2017

ANTOLOGÍA 2016: A LA RECACHA




A LA RECACHA

En los fríos días de invierno remoloneaba sentado a la recacha. Mis ojos, nerviosos gorriones, vagaban entre las adormecidas cepas mutiladas por las hirientes tijeras del poaor y soñaba con verdes pámpanos arropando prietos racimos. El tímido sol besaba mis mejillas como un aleteo de golondrinas nerviosas que intuían la primavera. Por las vastas praderas de la fantasía volaban bandadas de sueños que batían las ilusiones infantiles. Desde allí mirando el ondulante horizonte moteado de pardas cepas y el blanquiverde ceniza de los olivos, subía la cuesta camino hacia ninguna parte. Mis labios pintaban un aturdido interrogante. ¿Qué habrá más allá? Una confusa oscuridad agitaba mi inmaduro rostro.

Allí era todo lo feliz que un chiquillo puede ser a esa edad llena de cándidos deseos y ahíto de cariño. «Abuelo, a la noche me escaparé en la luz de los coches que rasgan la oscuridad». «¿A dónde irás, Pepillo?». «No lo sé abuelo». «¿Vendrás conmigo?». «Ya soy viejo, chiquillo. Vete, aguardo tu regreso», me dijo papá José. Una vez más cumplió su palabra.

Cuando la muerte anunció su visita le pidió esperar a que volviera Pepillo. La parca Átropos demoró su partida sentada al borde de la cama. Solo un hondo ronquido avisó la marcha. No lloré.
Su recuerdo, presencia constante, me protege de las sombras nocturnas y de los lánguidos lagartos ocultos en los bardales de mi imaginación. Acurrucado en su memoria me siento a salvo del rojizo orín del olvido. El calor de su mano acompaña mi peregrinar por la existencia. He colmado sus deseos, he llegado lejos cumpliendo su empeño de aprender a leer y escribir. Chafar su analfabeta esperanza y frustrar la fe puesta en mí era una traición. ¡Gracias abuelo!, me has ayudado a «facer Españas».

José Cantillo Carmona
Catedrático de Filosofía jubilado
VALENCIA
(X Antología)

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