TU MEMORIA
Hoy soy la memoria
de mi abuelo, esa que el alzhéimer le arrebató. Le hizo olvidar la mirada de mi
abuela, y hasta su rostro. También su nombre, seis letras que aparecen
repetidas en postales amarillas, que lee una y otra vez, sin llegar a comprender
nada. Es como el marinero retirado que huyó de su puerto, pero que se estremece
cuando vuelve a oler el mar.
Ya no se acuerda de
su infancia, de cuando el viento tarareaba promesas. De la posguerra y de su
optimismo. De vivir en una especie de cárcel y convertir los barrotes en un
pentagrama, que leían y entonaban ruiseñores y jilgueros, en aquellos mayos
que, por desgracia, no fueron eternos.
El tiempo pasa y no
recuerda haber labrado una España de tierras yermas, de hayedos imberbes. De
olivos que sangraban arte. De formar parte de una generación de hombres mojados
que no temían a la lluvia.
De haber conocido a
mi abuela. Y de cuando esta se fue, delante de sus ojos. De ese último instante
devorado por un maelstrom. De sentirse un pintor al que una noche le
robaron todo su color.
Mi abuelo, de
carisma abatido, de sonrisa caducada, tiembla. Yo, mientras, observo su barba
plateada. Y algo dentro de mí muere,
cuando me devuelve la mirada. Esa que empaña los espejos de nostalgia.
En ese momento sé que
nunca volverá. Que aunque esté presente, está distante… a miles de kilómetros
de cualquier cosa que tenga delante.
Por eso, yo soy su
memoria. Y le hablo de su vieja chimenea. De cuando íbamos juntos al bosque a
partir leña. Hoy, él es el árbol caído. El mismo que un día dio sombra a todos
mis sueños. Los suyos, no sé si se cumplieron. Espero que sí.
Daniel Somolinos Pérez
Licenciado en
Comunicación Audiovisual
Periodista de El Mundo
(X Antología)
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