Querido abuelo:
Aunque hoy día basta pulsar unas teclas para tranquilizar
a quienes nos quieren, yo sé que te gusta que te escriba. Como te dije, estoy
contenta, creo que he encontrado mi sitio. Me lo ha corroborado la anécdota de
esta mañana: desde que me gradué, siempre me había declarado ingeniera,
profesionalmente hablando, y hoy, me sorprendí al oírme decir «soy profesora».
Cada mañana me
levanto con la ilusión de llegar a mi aula; mientras me arreglo y mientras
conduzco, pienso en lo que voy a explicar, en cómo transmitirle una observación
a un alumno, en el consejo que espera una chica… Y cuando acabo cada jornada,
agotadoras todas, me siento bien.
Creo que encontré
mi sitio porque me veo útil transmitiendo cuanto sé, investigando aquello que
desconozco para completar una clase y meditando sobre la mejor forma de
contarlo; porque los chicos me escuchan con interés y quizá con gratitud. Y
porque la responsabilidad de ser ejemplo, siendo coherente con los valores
imprescindibles, me está convirtiendo en una persona mejor.
Quiero que mis
alumnos crezcan con el corazón enraizado en don Quijote, manteniendo el sentido
común al modo de Sancho; quiero que salgan ahí afuera dispuestos a «desfacer
entuertos» con los pies bien asentados, los ojos clavados en el cielo y los
cimientos sólidamente arraigados en tierra.
Creo que encontré
mi sitio porque desde mi pizarra, acogiendo bajo la tarima a la diversidad de
hijos de todas las Españas que la historia nos ofrece, unidos por la bella
lengua que nos hermana, siento que contribuyo a la tarea que nos es
imprescindible y urgente: formar y educar a los buenos talentos y grandes
personas que dedicarán su día a día, con nobleza inteligente, a eso, a «facer
Españas».
Ya, ya sé que esta idea siempre fue la tuya…
Eva Barro García
Profesora de
Bachillerato
(X Antología)
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