El pasado
23 de abril fue mi cumpleaños... Un extraño momento dentro de ese confinamiento
de cuarenta y un días ya. Un día que aparte de ser para mí la celebración de
estar viva, también es el Día del Libro que es el festejar parte de lo que yo
soy en realidad, así mismo es el día de san Jorge, que aparte de ser el patrón
de Aragón, Cataluña, parte de Alicante y algunos otros lugares de España, es el
patrón de mi tierra de nacimiento, Bulgaria, que además es el país de las rosas.
Y rosa es un nombre iniciático para mí.
Pero hoy
toca vencer al dragón. Y una vez vencido, su sangre penetra el suelo del
cual brotan las rosas más bellas del mundo.
El dragón
esta vez es muy grande, peligroso e imprevisible... pues tiene varias cabezas.
No es solo el virus y las vidas que nos ha arrebatado, son los peligros
laterales que se presentan a la par... amenazando con furia aquello que es
fundamental.
La
libertad, la democracia, el derecho a la intimidad, el derecho al trabajo, el
derecho a opiniones propias, subjetivas, únicas o críticas, el derecho a las
libres decisiones de acompañar a tus seres queridos enfermos, de darles la mano
en el último momento... siempre deben de estar por encima del miedo. Pues la
vida y la salud solo son plenos cuando parten de la dignidad, la libertad, la
igualdad y el valor. Valor para afrontarlo todo.
El
individuo importa.
No existe
algo llamado «masa», «gente», etc...
El virus
es peligroso y cumplir una cuarentena como ciudadanos libres, cívicos,
civilizados que empatizan y cuidan unos de otros es lógico, vital, necesario...
siempre desde la libertad de hacer, desde la voluntad de hacerlo y desde el
amor a la vida y al prójimo. Es nuestra libre y voluntaria entrega por la salud
de tod@s.
Ningún
tipo de totalitarismo, de despotismo, de pensamiento único, de paternalismo sin
razonamientos coherentes, de falta de verdad o de claridad con nosostr@s ha de
ser consentido. Ninguna norma que provenga de regímenes totalitarios y
absolutistas donde la persona, el ser humano no importa, donde «la gente» no
tiene pasaportes, donde hay pena de muerte, donde hay trabajo y esclavitud
infantil, donde nada puede ser pensado y/o cuestionado, donde nada garantiza la
verdad ni las intenciones reales del Estado sobre las personas.... Ninguna
norma que provenga de lugares así ha de ser inculcada y menos impuesta a la
fuerza.
El dragón
no debe vencer a la razón y al corazón.
Y no
debemos jamás consentir la utilización del miedo más primigenio que es el
provocado por el deseo de conservar la vida, o la del amor incondicional a nuestros
seres queridos como manera de provocar cambios de paradigma tan grandes que
permitan el control absoluto de unos sobre otros, el totalitarismo o la
dictadura bajo cualquiera de sus formas.
Seamos
frente a ello libres, cívicos, cuidemos desde el amor al prójimo con las
medidas de higiene, de prevención, de respeto y de atención a las necesidades
básicas. Recordemos a los que intentan abusar o «mal usar» su poder, el poder
que nosotros votando libremente les hemos otorgado, recordémosles que este
confinamiento ha sido desde la libertad y el deseo de una vida mejor y que
precisamente se ha cumplido de un modo ejemplar hasta el extremo para que
siempre seamos libres y jamás volvamos atrás en perder derechos humanos
básicos. Nada se nos debe imponer. A nada se nos debe obligar. Y nada se ha de
tolerar ni aceptar sin razones, consentimientos o verdad.
Vencer al
dragón que esta vez tiene muchas cabezas es lo que toca. Y lo haremos con el
espíritu, la inspiración y la fuerza de san Jorge. Y convertiremos la sangre en
rosas. Rosas que regalaremos a los vivos que amamos y rosas que podremos llevar
a las tumbas de todos los que dejaron sus vidas en las garras de ese dragón.
Nuestros ancestros, nuestros amigos, nuestros hijos incluso. Precisamente a
ellos les debemos esa victoria y la libertad, siempre en una democracia real,
viva, diversa y de tod@s.
Adriana
Davidova
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