«Hoy México amaneció brillante.
Era mi gran día, afirmaban todos. Atrás quedaron las cursatorias que me habían
concedido el bachiller. Por mi carácter y temple hubiera sido suficiente. Pero
mi padre, doctorado con honores en Salamanca, ostentaba un gran cargo y quería
que yo le sucediera en él, sin vacilación ni cavilación alguna, a pesar de no
tener yo ni interés ni aptitud de manejo. Había demasiado en juego para un
criollo como yo…» (pág. 134, Núria Casas, «Entregar la vida a otras manos»).
No hay comentarios:
Publicar un comentario