ESPAÑA
EN POTENCIA
Me gusta imaginar que soy
la única
de los participantes en este concurso que ha tenido el privilegio de mirar a
España, a
sus lenguas, a sus culturas, a sus geografías con los mismos ojos con los que los contemporáneos
de Isidoro de Sevilla miraban al futuro
de la península ibérica: un destino español en potencia.
La
primera vez que leí las Etimologías
(u
Orígenes)
todavía no hablaba castellano. Mil
quinientos años antes, tampoco lo
hablaban
los
lectores de este autor docto y
genial. Era demasiado pronto; para mí, que solo era una quinceañera italiana que estudiaba latín y griego, y
para ellos, los ibéricos,
que en el siglo vi-vii construían su
identidad y su idioma
sobre las ruinas del Imperio romano tras las contaminaciones
fenicia, griega, celta, cartaginesa.
La
formidable labor de recopilación, selección y transmisión de Isidoro de Sevilla fue el
primer paso para situar a España en el mosaico de lenguas y culturas que
brotaban sobre las cenizas del mundo
latino, impulsadas por la fuerza con que nacen
los pueblos. Durante los
siglos de la Edad Media hasta la época moderna,
Isidoro fue el
origen y el motor de las
culturas
españolas, un precursor del fuego —«ardiente», así Dante Alighieri definió el espíritu del sabio situándolo
en el paraíso de la Divina comedia (canto X, v. 131)— y de toda la fantasía, audacia y
originalidad que han
hecho, de este mundo antiguo en potencia, el presente de las Españas.
Varios años después, un destino que no podía conocer me ha
llevado a querer profundamente a España y a su lengua; Isidoro de Sevilla sigue siendo para mí la chispa de ese futuro español en potencia que se ha transformado en la casa, los idiomas, el presente de todos los españoles
y en el mío también.
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