«San Isidoro de Sevilla estaba
muy interesado por conocer el funcionamiento del primero de los seminarios que
había fundado en la diócesis de Sevilla. Aquella tarde, después de decirles la
misa con vísperas, pidió a los seminaristas que le acompañasen al refectorio.
Allí, con los brazos abiertos y emocionado por el reto que proponía a los
oyentes, les dijo: “Queridos seminaristas, estad convencidos de que para ser
sacerdotes debéis formaros porque sois los testigos y las piedras firmes de la
fe. Por este motivo vamos crear, sostener y hacer prosperar los seminarios con
el fin de que primero os forméis como personas y, después, seáis sacerdotes si
es vuestra vocación”…» (pág. 84, Manuel Fernández de la Cueva Villalba,
«Escuchad»).
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