«… No obstante, y en contrapunto a su tiempo y estatus,
Antonio de Nebrija era un hombre complejo en sí mismo; aun ejerciendo en
ocasiones para el clero de exégeta bíblico, la religión no fue nunca su fuerte.
Nebrija siempre fue más partidario de la ciencia, del sentido práctico y
existencial de la vida que del ilusionismo intemporal de la fe. Una postura
cuanto menos cuestionable en un hombre de su importancia, que la Inquisición no
pasó por alto ni mucho menos. Jamás entendió su manera de pensar…» (pág. 100,
José Manuel Oliver Hernández, «Nebrija y sus vicisitudes»).
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