...y al final, todo se traduce en poesía.
Porque, en definitiva, la poesía es de las pocas cosas que, todavía, nos hace parecer bella la vida.
Aunque alrededor, todo sea tristeza y dolor; aunque nos domine la melancolía; en nuestra misma tristeza, en nuestra misma melancolía, hay una indefinible, purísima poesía.
Poesía, que nace inconclusa, de la Naturaleza, sola.
Y de las personas, de sus acciones, de sus sentimientos.
Poesía que sólo sabe de vivencias puras, sin bastardías.
Poesía que no entiende de prejuicios ni tapujos; poesía que nace directa, del alma ingenua.
Y de la verdad, sentida o percibida, con la ilusión de algo nuevo.
De algo que sabe a auténtico, sin más artificio que el de la belleza, de las palabras, de la música, de gesto, de la mirada.
Poesía. Todo es susceptible de poesía.
El hombre serio que ama desde dentro, o el niño en su travesura, o la mujer en su quehacer...
Amo la poesía, sí pero esa poesía que puede ser no escrita, que puede ser sin palabras: que puede ser tuya, que puede ser mía; que ha de ser sencilla, que ha de ser humana; del hombre pobre y del pobre hombre...
...y que refleja, algo nuevo, algo bueno, algo bello, que nace del fondo del alma...
...que quizás sea la gracia.